Y llegó
el confeti, el derroche, y las lámparas a medio gas. Esparcimos una humareda de
jazmines blancos, ensanchamos paredes que humedecían a nuestro ritmo y trazamos
incontables compases sin espera. Y como un augurio, la espera nos mató.
Yo
esperé acortar distancias, tu preparabas un nuevo lecho. Aguardé impaciente tu
llamada, recelabas triste mi ausencia; te empapé de palabras, me pensabas al
milímetro; presagié las tormentas y finalmente, nos dejaste caer la nieve.
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